Unos de los capítulos que mejores críticas está recibiendo del libro Talentocracia es el dedicado al liderazgo interior. Dos son las razones que suelo apuntar en las entrevistas sobre la necesidad de ejercer nuestro liderazgo interior:
- En primer lugar, en un mundo VUCA los líderes de antes ya no tienen todas las soluciones. Se necesita aprovechar el talento de todas las personas en una organización (Ése es el significado de Talentocracia). Para ello, ahora, el papel de los líderes de las organizaciones es crear un ecosistema en el que la gente se sienta cómoda (se pueda mostrar tal cual es) y pueda trabajar hacia la consecución de un propósito común. De manera que sin la presencia expresa de un jefe todos estamos obligados a tomar decisiones, es decir, a convertirnos de repente en líderes. El principal problema es que, cuando esto sucede, ya no tenemos a nadie a quien echar la culpa. Vivir sin jefes nos obliga a salir de nuestra zona de confort, a asumir responsabilidades en primera persona, y nos enfrenta con todos nuestros miedos interiores.
- El segundo argumento para hablar de liderazgo interior es mucho más sencillo. La sabiduría de algunos pueblos ancestrales, como los aborígenes australianos, defendía que a la única persona a la que puedes cambiar es a ti mismo. Uno de los presupuestos de la Programación Neuro-Lingüística (PNL) dice que «cambia tú y cambiarán los demás». Es vez de refugiarte en el victivismo, da los pasos para convertirte en el cambio que quieres ver en el mundo, según predicaba Gandhi.
LA PARADOJA DEL LIDERAZGO INTERIOR
El problema al referirnos al liderazgo interior son los muchos libros y estudios acumulados durante años dedicados al liderazgo. La teoría del comportamiento de 1940 dice que se puede aprender a ser líder y que éstos pueden inspirar a la gente a tener confianza en sí mismos. De manera que desde hace 80 años estamos pensando que necesitamos de otro que libere todo nuestro potencial.
El problema con el liderazgo interior es que no se puede aprender. No se trata de apuntarse a muchos cursos en los que se hable de este concepto. Al contrario, se trata de encontrar algo que ya existe, desde que cada uno de nosotros nacimos. Es más re-encontrarse a uno mismo que buscar una fórmula mágica fuera.
El gran autor Parker Palmer compara el liderazgo interior con un animal salvaje. Para verlo por el momento debemos estar en silencio y muy pendientes de las señales que va dejando a su paso. Si uno va a gritos, o con los sentidos raptados por el cháchara de la mente, no lo encontrará jamás.
¿Qué es el liderazgo interior?
Al hablar de liderazgo interior me refiero a la conexión profunda con lo que de verdad somos, con nuestra esencia. No lo que otros piensen de nosotros ni nos hayan dicho que somos. Lo que, en verdad, nacimos siendo. Algunos autores lo llaman nuestra pasión, el elemento o flow.
A mi me gusta decir que, cuando estamos en conexión con nuestro liderazgo interior, nos convertimos en un regalo para el mundo. Dejamos ver la obra perfecta que Dios creó.
El principal enemigo del liderazgo interior
Todos los niños están conectados con su líder interior. A medida que crecen, y les van diciendo lo que no pueden hacer, o les recriminan que alguien hace algo mejor que ellos, comienzan a desconectarse de ese liderazgo interior.
Compararse es el gran enemigo de nuestro liderazgo interior.
El viaje de vuelta a nuestro liderazgo interior
Para reconectar con nuestro liderazgo interior hay que sumergirse en las aguas revueltas de nuestra personalidad. Eso significa encontrarse con nuestros miedos, nuestras debilidades, con nuestra… mierda. Y la mierda, se mire como se mire, es mierda. Pero también forma parte de nosotros. Somos todo aquello que da luz, pero también lo que da sombra. Para llegar a nuestra esencia hay que atravesar toda nuestra oscuridad, y aprender a sobrellevarla.
Sólo cuando lo aceptamos, desde la responsabilidad, y sin atribuirlo desde nuestro papel de víctima al comportamiento o las acciones de otros, ejercemos nuestro liderazgo interior. Curiosamente, recorrer esa zona de oscuridad, muchas veces con recuerdos de experiencias dolorosas todavía presentes, nos hace más fuertes.
En las sesiones de coaching, hay ocasiones en las que se trata de buscar la reconexión con el liderazgo interior a través de una distinción entre coherencia y congruencia. En palabras de Parker Palmer, se trata de:
«No voy a seguir actuando fuera de forma que contradiga la verdad que guardo profundamente dentro».
Efectos secundarios
Vivir tu liderazgo interior es mostrar tu vulnerabilidad, una vida sin maquillaje. Esto es, justo lo contrario de lo que hace todo aquel que se pone cada mañana la coraza para que la vida no le haga daño. El precio a pagar es la desconexión con nuestra propia esencia.
Como le sucedió a Mandela, ejercer el liderazgo interior es ser dueño de la vida de cada uno, sean cuales sean las circunstancias externas.
«El castigo que se nos pueda imponer por mostrar nuestro verdadero yo nunca puede ser peor que el que nosotros mismos nos infligimos cuando no lo mostramos. Y también es verdad que ninguna recompensa que puedan darnos podrá ser mayor que la que nos da vivir de acuerdo con nuestras mejores virtudes». (Deja que tu vida hable, Parker Palmer)
Vale. La frase es muy bonita pero, ¿cómo me afecta a mi, en mi vida? Muy sencillo. Tu vida no depende de lo que te pase, sino de cómo reaccionas ante lo que te pasa. En otras palabras, no eres víctima de la sociedad, eres su co-creador. El poder no está fuera, sino dentro de ti. Si el mundo sigue como está es por nuestro miedo al cambio. Si nos empeñamos en compararnos, en vivir la vida que no somos o en competir con los otros es porque valoramos la victoria por encima de todas las cosas. Aunque, será una victoria estéril. Salvo que tú ganes, yo tampoco ganaré.