Las nuevas formas de liderazgo no son un capricho de unos locos visionarios, o una panda de inconformistas, sino que las tenemos ya muy interiorizadas. Mi objetivo es demostrarte cómo la Talentocracia ya forma parte de tu vida.
Antes de nada, quiero preguntarte si formas parte de algún grupo de WhatsApp o de Telegram. ¿De cuántos? ¿Menos de cinco? ¿Menos de diez? ¿Más de diez? Enhorabuena, porque, sin saberlo, la Talentocracia ya forma parte de ti. Eres todo un experto en colaborar en la era digital.
El libro que escribimos Salvador Molina y Eduardo Toledo, y que titulamos Talentocracia, no pretende poner de moda ningún “palabro” nuevo, sino dar consciencia a algo que, si formas parte de un grupo de WhatsApp, habrás practicado.
Hay grupos para todo. De las personas con las que acabas de pasar las vacaciones, de amigos del fin de semana, de tu familia, de los invitados a un cumpleaños de un amigo común.
Ahora quiero hacerte una pregunta para que comiences a entender que es la Talentocracia. ¿Quién manda realmente en un grupo de WhatsApp o Telegram? En general, nadie. Vale, hay algunos grupos con los compañeros de trabajo en los que está el jefe. Pero, por lo general, no manda nadie.
Hay una gran diferencia con los Foros de Internet que nacieron hace dos décadas y en los que, cada vez que hacías un comentario, tenía que ser autorizado por el propietario del foro en cuestión. Aquel era el viejo paradigma de liderazgo, el del control y el látigo. Si no cumplías con las normas del foro, te expulsaban. Demasiado lento para un mundo que crece exponencialmente. Ahora hemos paso del control a la confianza.
¿Cómo funciona la Talentocracia?
Este verano me ha pasado algo que explica claramente cómo funciona la Talentocracia que podríamos definir cómo sacar lo mejor de un grupo humano para lograr un objetivo común. Formo parte de un grupo dedicado al alquiler de salas para organizar talleres. Ése el propósito, su misión. La única norma es que todo lo que se publique responda al objetivo del grupo. De manera que ya no hay “censura previa” sino que cualquier persona aporta lo que quiere, en beneficio de todos, siempre que responda a la misión del grupo. Eso es lo que evita que se convierta en un caos o en un Fuenteovejuna.
Pues bien, alguien publicó un comentario de carácter político e ideológico. Hubo algún intento de entrar en un diálogo, pero, enseguida, la mayoría de los miembros del grupo recordaron el objetivo del mismo: alquiler de salas. La Administradora de grupo también colgó un comentario de recordatorio sobre el propósito común. A las pocas horas, abandonaba el grupo la persona que pretendía incendiarlo con sus proclamas.
Supongo que a ti te habrá pasado algo parecido. Fíjate cómo la Talentocracia se ha puesto en marcha. Ha pasado lo siguiente:
- No hay nadie más importante que nadie.
- La importancia está en el valor de las contribuciones al grupo. Cuanto más aportas y más ayudas al resto, más recibes a cambio.
- Todos son líderes porque tienen la capacidad de tomar decisiones sobre qué publican sin tener que preguntar a nadie. Tu tienes ahora la responsabilidad, no necesitas dársela a ningún jefe para que decida por ti.
- El propósito es la energía que lo mueve todo. Es el astro rey de ese sistema solar. Todo lo que se hace en el grupo es porque está en línea con esa misión colectiva.
- Cuando alguien hace algo fuera de los límites de la misión, aparecen objeciones de los integrantes que le recuerdan el propósito.
- La autoridad ya no es ningún administrador autoritario sino una misión. Ahora el liderazgo va de velar porque se cumpla esa misión.
Es un hecho casual, pero que demuestra cómo la Talentocracia ya forma parte de nuestras vidas. Y, si hemos adoptado este estilo de liderazgo colaborativo para casi todo, ¿por qué no trasladarlo a las organizaciones? Ayudaría a mejorar la implicación, contribución y felicidad de todos sus miembros.
Si te ha gustado esta pequeña píldora de Talentocracia, esperamos que disfrutes con la lectura de nuestro libro. Lo puedes comprar en la web de la Editorial Kolima o en librerías electrónicas.